Comentario
En 1541 se le encargó a Covarrubias la obra que se convertiría en su proyecto más representativo: el Hospital Tavera. En él materializó su conocimiento y asimilación de los principios compositivos de la arquitectura renacentista, logrados mediante el estudio de los trabajos de Vitruvio, Alberti y Serlio, y el contacto con hombres como Silóe, Berruguete, Francisco de Villalpando o Bartolomé de Bustamante, que conocían de primera mano el arte italiano. El patrocinador del edificio fue el cardenal Tavera, quien, con el beneplácito imperial, decidió la fundación de un hospital general extramuros de la ciudad, dedicado a san Juan Bautista. La importancia y necesidad de tal edificio hizo que en el acotamiento del terreno realizado el primer día de 1541 se encontrase presente el emperador Carlos, además del cardenal y de Covarrubias, maestro mayor de la catedral.
Parece lógico que existiese ya entonces un primer proyecto, quizá simplemente un esbozo de lo que sería la obra posterior. Seguramente estaría muy relacionado con el plano existente atribuido al maestro y que presenta un edificio rectangular, con fachada principal orientada al Sur, organizado en torno a dos patios separados por una crujía intermedia en la que se encuentra la caja de la escalera y la capilla. Tal disposición -semejante a la del Alcázar madrileño- se relaciona tanto con el tipo de hospital cruciforme materializado por Egas en Toledo, Santiago de Compostela y Granada, como con el grabado de la domos romana amplissima que ilustra la edición de Fra Giocondo del tratado de Vitruvio (Roma, 1486). Esta influencia se observa en la disposición general tanto de esta primera traza como de la definitiva de 1541-1542, en la que se cambia la situación de la escalera y la iglesia y se deja diáfana la galería existente entre los dos patios gemelos, lo que permite un juego de espacio y perspectiva nuevo en España. En el patio destacan también las bóvedas de arista, italianizantes, que cubren las galerías, así como la correcta superposición de los órdenes toscano y jónico que sostienen arcos de medio punto en el piso bajo, con espejos de piedra negra en las enjutas, y ligeramente escarzanos en el alto, donde los espejos se sustituyen por rosetas.
El largo proceso constructivo del Hospital hizo que se introdujeran variantes en las trazas del edificio, de manera que no sólo desaparecieron la escalera y la capilla situadas entre los patios, sino que el exterior fue también objeto de modificaciones, de manera que el piso alto de la fachada, las torres y la portada son bastante posteriores y no corresponden al proyecto de Covarrubias. Las fachadas muestran su preocupación por la ordenación compositiva del muro, en el que destaca el almohadillado -tomado de Serlio- de los paramentos y de los enmarques de las ventanas. El edificio está trazado de forma orgánica, sometido a proporciones y reglas numéricas, concebido como una obra clasicista, desornamentada y basada en tipologías antiguas revestidas de funciones modernas. Por ello, pese a algunas incorrecciones, rompe radicalmente con la arquitectura anterior y supone el pleno entendimiento de la arquitectura renacentista italiana y la materialización de algunas de sus soluciones por primera vez en Castilla.
Poco después de iniciarse el Hospital Tavera comenzaron las obras en el Alcázar toledano. Ya se dijo que en 1543 Covarrubias pasó a ocuparse en exclusiva de las mismas, quedando Vega en Madrid, pero hasta 1545 no dio las primeras condiciones para el palacio. Fueron éstas las del zaguán, que empezó a construirse poco después; a ellas siguieron las de la portada y a continuación, en varias fases entre 1547 y 1552, las de los diferentes pisos de las fachadas, suelos, artesonados, yeserías, patio y escalera.
Los proyectos siguieron la línea iniciada en el Tavera, aunque en este caso la decoración adquiriese mayor peso por tratarse de un palacio real en el que la representatividad imperial debía encontrar lugar. Las columnas se introducen en la fachada principal como elementos de organización vertical de los extremos del piso alto, aunque el interés se concentra en la galería del último piso y en la portada, compuesta por un arco de medio punto -con dovelas almohadilladas- flanqueado por columnas jónicas con traspilastras sobre las que carga el entablamento y sobre él, el escudo imperial entre reyes de armas.
Esta puerta se abre al zaguán de embocadura tripartita, en correspondencia con las arquerías del patio y la embocadura de la escalera -que él proyectó pseudoimperial en 1550- que se abre al patio en el segundo piso. La traza general busca la simetría, la armonía de las partes que configuran espacios individualizados pero interrelacionados, enunciados con un lenguaje clasicista que será ya característico del arquitecto desde su intervención en el Hospital Tavera.
De gran interés es su actuación en el monasterio de San Miguel de los Reyes de Valencia, a donde se traslada en 1546 llamado por don Fernando de Calabria. Allí tuvo que enfrentarse de nuevo con la reconstrucción de un edificio antiguo y su conversión en monasterio jerónimo y panteón de los Virreyes de Valencia. El resultado fue un proyecto que, si bien no llegó a realizarse, sirvió para que continuase con los experimentos espaciales y planimétricos iniciados en sus obras anteriores. Retomó el tipo de edificio organizado en torno a dos patios y situó el templo entre ambos, como había hecho en el Alcázar de Madrid y en su proyecto de 1540-1541 para el Hospital Tavera. La iglesia gótica preexistente fue transformada, su única nave debía cerrarse con bóvedas de crucería falsas y sus muros se articulaban mediante la superposición de órdenes clásicos, correspondiendo a la altura de las capillas laterales el primero y al resto de la nave el segundo, con un entablamento corrido entre ambos, sostenido por las columnas, bajo el que voltean los arcos sobre los pilares; de esta manera, resolvía de forma novedosa en España el problema de la organización con órdenes del espacio interior de un templo.
La solución, el sintagma albertiano, procede de la obra de Leon Battista Alberti "De Re Aedificatoria" y supera las propuestas arquitectónicas previas basadas en pilares acolumnados o compuestos con columnas adosadas. Otro elemento innovador en el proyecto de San Miguel de los Reyes fue la escalera, en la que culminan las investigaciones de Covarrubias iniciadas en el Alcázar madrileño y en el Hospital Tavera años atrás: desde las escaleras claustrales dobles que sirven a dos patios se llega aquí al primer ejemplo de escalera imperial pensada no como formulación teórica sino para ser construida, abierta al corredor por tres arcos de los que parten dos tiros paralelos, que alcanzan un rellano común en el que nace un único tiro hasta el piso alto: una tipología de importantísima repercusión en la arquitectura española posterior.